¿Qué más podemos pedir? Exacto, que vengáis a visitarnos para que podamos enseñaros en persona un poquito más de este bonito país, así que id reservando unos días, o seguiréis en la lista negra. Y no es broma, está colgada en el rincón español que os enseñará Ingrid en la próxima entrada…
La verdad es que podemos decir que por fin estamos completamente aposentados en Irlanda. Eso es algo de lo que te das cuenta cuando ves que ya tienes cierta rutina en tu vida, como por ejemplo, la siesta, agradable momento de sopor
postprandial que una diabólica melodía se encargaba de jodernos día tras día y cuyo origen no conseguíamos encontrar. La cosa es que dura solo unos segundos, los justos para despertarte y que no puedas volver a conciliar el sueño. Hasta que un día, al escuchar la musiquita de turno, nos lanzamos a mirar por las ventanas, Ingrid en el piso de abajo, mientras yo trepaba a la planta alta como alma que lleva el diablo y… ¡Eureka! El jodesiestas es un auténtico carrito de los helados con su aguda melodía para niños, que decide pasar con sus laminerías a las 3:30 de la tarde. Sí, en Irlanda, en febrero, nosotros tampoco lo entendemos. No obstante, antes o después compraremos uno (un helado, no un carrito) para hacerle una foto y que veáis como mola la furgonetilla.
Tras alquilar la casa le tocaba el turno al coche. Queríamos algo baratito para ir tirando unos meses e ir moldeando la chapa a base de llantazos y golpes mientras nos adaptamos al sistema de conducir al revés, así que nos pateamos todos los concesionarios habidos y por haber en busca de alguna ganga. Y eso era difícil por dos motivos, uno, que no tenemos ni idea de motores y dos, que en Irlanda los coches de segunda mano son carísimos. Si además le sumas que siendo extranjeros debíamos parecer dos guiris en Salou buscando paella y sangría típicas (o sea, sáblame que soy extranjero, tengo dinero y me fio de ti completamente), ni te cuento. No obstante, a base de mucho comparar y aprender por ejemplo que, en Irlanda, en la matrícula del coche pone el año del mismo, conseguimos un Skoda Octavia de gasolina por 2000 euretes. Nos lo vendieron en un taller con la ITV de aquí pasada y con tres meses de garantía de motor y cambio de marchas, así que si nos dura un añico, eso que nos llevamos.
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Lo dicho, coche y casa |
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No podía faltar la cinta de la Virgén del Pilar con nuestra bandera
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Maletero amplio. Como veis, cabe un ternasco entero |
Y tras comprar el coche, había que devolver el de alquiler en Dublín, así que aprovechamos para ir a Ikea a comprar cosillas para la casa y, si no hubiera caído el gran diluvio, nos hubiéramos quedado a ver la ciudad, pero otra vez será. La cuestión es que, con la emoción del coche nuevo, las prisas por devolver el otro sin que nos penalizaran por devolverlo tarde y las compras de nuestro nuevo hogar... bueno, eso y que somos una pareja peculiar, nos encontramos a las 8 de la tarde, agotados, en la puerta de nuestra casa… ¡Y sin llaves! Yo había puesto la llave en el llavero del coche, con lo cual me la dejé en Dublín, e Ingrid no las había cogido, con lo cual estaban dentro, así que ¡tachán! ¡un nuevo capítulo de conversaciones telefónicas con nuestro inglés de 1000 palabras: busca a un cerrajero de urgencia!. Al final no salió muy mal la cosa; cerradura nueva en media hora y un tío simpático que hasta se disculpaba por el elevado precio que nos tenía que cobrar por ser urgente y nocturno: 70 euros (sé lo que pensáis, igualico que en España).
Y antes de contaros cómo es mi trabajo por aquí (del resto de anécdotas de la vida diaria se encargarán mis chicas), una muestra de lo que nos cuesta a los pobres adaptarnos a tener una casa de ricos (por 600 euros, eso sí). Llegando un día de comprar, no nos acordamos de que estaba la alarma puesta, así que teníamos 25 segundos para desconectarla metiendo el código. Pero el código estaba en mi cartera, y yo llevaba las manos cargadas, así que traté de sacarlo lo más rápidamente posible mientras me caían las gotas de sudor por la frente y veía la cuenta atrás en la pantallita azul pitando con cada segundo que pasaba. Y en esto que Ingrid decidió ir metiendo la compra al salón, pero ¡Oh, gran error! la casa tiene sensores de movimiento y se disparó la alarma sonando a un volumen digno de un concierto de
Manowar, con las lucecicas de fuera encendiéndose y apagándose y nosotros más agobiados que un pez en los Monegros hasta que por fin, encontré la clave, la metimos y todo acabó. Eso sí, estuvimos un rato esperando a que viniera la poli para que la anécdota hubiera sido más jugosa, pero no.
¿Y cómo es mi trabajo de aquí? Pues a mí me gusta bastante, la verdad, al menos de momento. Y eso que me doy cuenta de que, como inmigrante que soy, he venido a realizar el trabajo que los médicos de aquí no quieren hacer, pero que es 100 veces mejor que el que tenía en España. La pega es que me toca currar principalmente las noches y los fines de semana, pero bueno, no me puedo quejar. Aquí, los médicos de familia o GP (General Practitioners) trabajan de 9 de la mañana a 6 de la tarde ocupándose ellos de los asuntos urgentes también durante esas horas. A partir de entonces, de todas las urgencias se encargan varias empresas dedicadas a este fin. En mi caso, la empresa se llama
Caredoc y se encarga de todo el sureste de la isla. La gente llama a un número de teléfono y pasan por un triaje con un programa informático llevado por enfermeras especializadas, que determina si el paciente precisa directamente una ambulancia para ir al hospital (solo con paramédicos), o si nos encargamos nosotros. En ese caso el asunto puede ser una emergencia (prioridad absoluta, por ejemplo un posible infarto), una urgencia (máximo 45 minutos en atenderlo, por ejemplo un anciano con múltiples enfermedades y con fiebre muy alta) o un caso rutinario (en este caso, tenemos hasta cuatro horas y son, por ejemplo, un catarro o un dolor de muelas).
Si el paciente puede acudir a la base donde pasamos consulta, se le da cita a una hora determinada y, si no, acudimos a su domicilio. Para los domicilios tenemos un conductor que nos lleva en un coche completamente equipado (eso sí, sin enfermera, así que los sondajes, los ECG, las vías y demás, me tocan a mí, claro). El vehículo es un Ford Kuga sin asientos en la parte posterior para que quepa el material, que es: maletín médico (medicación oral, fonendoscopio, termómetro timpánico, inyectables, esfigmomanómetro, depresores linguales, otoscopio, oftalmoscopio, etc.), maletín de curas y vendajes, maletín con material de sondajes, ECG portátil, aspirador, desfibrilador, sueros, nebulizador, oxígeno… Vamos, de todo. Menos meter al paciente dentro, puedo hacer prácticamente de todo en el domicilio, así que soy como una mini UVI móvil, aunque para los avisos que me tocan, con el primer maletín, me suele sobrar je, je.
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El maletín abierto
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El GP-móvil |
Y para no aburrir, os dejo con una última curiosidad. Una de las noches de la semana pasada, a eso de las 4 de la mañana, ponen un aviso en la
Garda Síochána, que viene siendo como el cuartelillo de la Guardia Civil. Motivo de la solicitud: "Section 4". Ni una palabra más de qué era lo que ocurría, así que nos encaminamos para allá y, al llegar, los guardas, muy amablemente me condujeron por la zona de calabozos hacia una salita donde había un detenido. Resulta que la “Section 4” consiste en que a todo detenido por sospecha de haber conducido habiendo consumido alcohol u otras drogas, hay que tomarle una muestra de sangre u orina (esto lo elige él), y eso lo tengo que hacer yo, con un kit especial de recogida de muestras tipo CSI. De momento solo he ido tres veces (bueno, y otra a pincharle un valium
® a uno en un calabozo mientras tres policías vigilaban porque era peligroso y había riesgo de fuga ¡glups!), pero una de ellas, el pobre mozo decidió que era mejor idea que le sacaran sangre que mear en un bote, así que os podéis imaginar la situación; 4 de la mañana, yo con un kit que no había visto nunca e intentando sacar sangre con aguja y jeringuilla y sin goma para el brazo a un tío borracho/drogado que no conozco, mientras los guardias vigilan... Pues eso, un espectáculo.
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¡Cuántos caminos le quedan por recorrer...! |
Y como no os quiero aburrir más, os dejo, que me voy a trotar un rato a ver si recupero la forma un poco. En breves, mis chicas os contarán más jugosas anécdotas de nuestra interesante aventura por las húmedas tierras irlandesas
Besos y abrazos (Kisses & hugs)
Jorge
De la cara cuando sono la alarma no hay fotos? Jijijii un besazo! alba
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